viernes, 2 de abril de 2010

El día en que descubrí que mi salón estaba inclinado.


¿Quién no se alegra cuando recuerda la simpleza de la escuela durante la niñez? Al menos yo, sonrío al pensar en la primaria y todas las chocoaventuras que ocurrían a diario. Pensar en la escuela no era una cuestión de estrés como lo es ahora al pensar en exámenes, tareas o profesores raros. En ese tiempo uno no se preocupaba por estudiar para pasar el semestre, por los trámites para solicitar becas, por el asqueroso servicio social o por la "$%&! tesis. Uno tenía más interés en saber si Penélope le había dado un kiko a Roberto o no, en platicar de Dragon Ball o en esperar que nos dejaran salir más temprano al recreo.

Existían tantas cosas, tan simples, que alegraban tú día entero como encontrarte cinco pesos en el patio de la escuela, que te ganaras un tazo que no tenías, que te saliera un holograma para tu colección de estampas, que no te atraparan en el juego de "lastrais" (las traes, la roña, atrapados), comprarte una congelada a la salida, o que te saliera en la tapa de tu Frutsi "Frutsi gratis". ¡Oh sí! ¡frutsi gratis! Creo que nunca gané uno. No solían darme dinero para comprar en la escuela, yo era el niño con su lonchera llena con un sándwich, una leche con chocolate y un yakult pero para mí, aquél que llegaba a ganarse un frutsi era como si hubiese ganado la minilotería. Un buen día, un compañero llamado Irvin compró 5 frutsis, rojos y morados, de los cuales tres, sí, tres, tenían tapas ganadoras. Tras habérselos tomado, Irvin fue a hacer válido su premio, tres dulces y frescos frutsis abrió y nuevamente uno resultó ganador. Todos explotamos en euforia sintiendo que nosotros habíamos sido los ganadores de esos frutsis y que sentiríamos ese sabor rasposo en la garganta después de muchos frutsis morados sin embargo, el clímax ocurrió cuando el último frutsi ganado resultó ser el penúltimo. Era una locura, la popularidad de Irvin pasó en treinta minutos de recreo de un niño común y corriente a "el niño que ganó cinco frutsis gratis". Diez frutsis en total bebió este niño de aproximadamente 30 o 35 kg.

Después de esta hazaña, nada que nos quisiera mostrar la maestra era interesante y ni siquiera llamaba mi atención. Sentado en la penúltima fila del salón, me encontraba yo desconcentrado. Seguía distrayéndome lo ocurrido una hora antes en el patio de la pequeña primaria a la que asistía. De pronto, con la mirada hacia el suelo del salón, percibí que entre los azulejos escurría un líquido que poco a poco se convirtió en un riachuelo. Más que extrañarme, despertó una muy obvia curiosidad en mí y poco a poco fui alzando la mirada para ver qué era el causante de este escurrimiento y de dónde provenía. Nadie se había percatado aún de este incidente. Era un misterio que sólo yo estaba encomendado a resolver, o por lo menos me distraía de la aburrida clase. Más grande fue mi sorpresa al ver que el riachuelo atravesaba todo el salón, originándose en la primera fila, muy cerca de la ventana, casi al lado de la mochila de Irvin, incluso mojaba su silla, mejor dicho, escurría desde su silla... nacía entre su entrepierna. En el instante en que me di cuenta, se escuchó una voz que gritó "¡A Irvin ya le ganó!". Pobre Irvin. No imagino la vergüenza de haber pasado de ser el niño más glorioso del día, de la semana o de todo el ciclo escolar, al más humillado. Es asombroso como una falla como esta puede opacar el triunfo tan emocionante que había logrado. Y lo más interesante es que hasta hoy recuerdo muy bien ese día no porque un compañero se haya bebido diez frutsis de los cuales se había ganado cinco, ni porque hubiera permanecido en silencio en su silla mientras su vejiga se extasiaba de placer liberando la presión que ejercían los frutsis sobre ella sino porque aquel día me di cuenta que el piso de mi salón no era horizontal. Mi salón estaba inclinado.

6 comentarios:

  1. Jajajaja pobre Irvin jajaja, interesante manera de recordar algo... Jaja y esas historias que son sucesión de otras son fabulosas jaja la conclusión es impresionante.

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  2. Muy chistosa forma de recordar un evento. Tantas cosas por las que uno se emocionaba en la infancia que parecen tan lejanos aquellos dulces momentos donde no habia preocupaciones.

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  3. Woooooooooowwww!!!!!!!!
    bravo!!!! grandioso!!!!! excelso!!!!
    bravo!!!

    we, no mames, está bien chido tu post!!!!

    por cierto, pobre irvin... Y no te tocaron también los gansitos gratis????

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  4. Jaja... ¡¡¡muy bueno!!!
    Los tazos, las trais, "frutsi gratis" jaja... qué recuerdos.
    Y ya lo dijeron todos acá arriba, jeje, pero aún así, necesito escribirlo:
    ¡Pobre Irvin!
    Es que no, pobrecito, de ser un Dios a ser la burla del salón. No es justo, de verdad no es justo (esta última frase debe leerse con tono de MamaLucha o en su defecto, con tono de novela del 2) jajaja.
    Buen post, en serio.

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  5. Wow Leo muy buenas todas las historias que nos compartes, quizá esta la mejor, esperando que me demuestres lo contrario, por supuesto con otra gran historia o chocoaventura como tu gustes.

    ¿qué puedo reflexionar? El que parte y reparte... no se orina en los pantalones. Que codo ese Irvin.

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  6. jaja me encantó ésta anécdota...
    mis partes favoritas:
    "No imagino la vergüenza de haber pasado de ser el niño más glorioso del día, de la semana o de todo el ciclo escolar, al más humillado. Es asombroso como una falla como esta puede opacar el triunfo tan emocionante que había logrado."
    Y
    "aquel día me di cuenta que el piso de mi salón no era horizontal. Mi salón estaba inclinado."

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